jueves, 1 de enero de 2009

OBRAS PUBLICADAS

Tiene publicado las siguientes obras:


GENERACIÓN QUE VIVE POEMAS
(antología colectiva, Madrid, 1984)



LA EJECUCIÓN

Sentado entre los muertos:
¿El por qué de vuestra sangre?
¿El por qué de vuestras voces de dolor
de vuestra agonía, de vuestros miembros perdidos?
Madre, ¿Por qué me vistieron de verde?
¿Por qué me llaman soldado?
¿Por qué me van a matar?
Dicen que soy un cobarde,
porque no disparo, porque no mato,
porque cierro los ojos a los muertos,
porque lloro sus cuerpos fríos,
porque ayudo a los heridos,
sin mirar el uniforme,
porque escribo versos
en contra de la guerra.
Si, Madre, mil veces maldita sea,
porque arranca a los hombres de las flores,
de los lechos de sus mujeres,
de los brazos de las madres.
Me van a matar mañana
y tengo miedo de no verla más, madre.
También de no verla a ella
de no sentir su cuerpo
sobre mis sábanas blancas,
de no sentir su fuego y sus miradas.
Siento frío en la soledad de mi celda.
Está amaneciendo, madre
ya vienen por mí.
Me van a matar porque no disparo,
porque no mato.
Me han tapado los ojos,
he sentido cargar las armas.
Ya han disparado.
Siento sus balas mi carne,
caigo sobre el duro suelo.
Madre, me estoy muriendo,
porque no hubo odio en mis ojos,
porque no participé en la matanza
porque traté a los hombres como hermanos.
Riego la tierra con mi sangre.
Madre, quiteme el uniforme
y entiérreme allá en el valle,
junto al viejo olmo,
donde el odio de los hombres
no me alcance,
donde no profanen la paz de mis huesos,
donde al fin descanse, Madre.


A NURIA

Acabas de ser madre.
sudores en el parto,
el miedo de la primera vez,
el dolor, la criatura saliendo
en tus entrañas
queriendo ver la luz.
Ha salido y su llanto te estremece
sintiendo que llegue su madre,
imaginando su físico su sexo.
Aún sigo unido a ti por el cordón,
ya lo han cortado, lo lavan,
te lo entregan, sabes que es niño
aún sudando con el cuerpo dolorido.
La ternura te invade, le acaricias
y le das el primer beso.
Sientes que ese cuerpo diminuto
es tu mejor obra, que el amor
te invade poro a poro en tu piel.
Le abrazas protegiéndole,
y le das la bienvenida al mundo.


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MÁS POETAS MÁS POEMAS
(antología colectiva, Madrid, 1985)



A LORCA

Lorca, amigo, desde la tumba
He sentido tu grito
Que son tejidos del pueblo
Lamentos de jornaleros
Quemándote en la garganta
Seca, muerta, convertida en polvo
Junto a huesos y mortaja.
Lorca, amigo, los gitanos
Aun te lloran gritando
Tu nombre al viento.
En las noche de fogatas
La hembra gitana baila
Y el gitano que la mira
Se le enciende hasta el alma
¡Ay, guitarra! Tus quejidos
Son ecos de balas con nombre
Que estallan en el silencio
Copn sangre de Federico.
Los gitanos escupen
toda la rabia de dentro
pensando en tricornios negros,
tricornios que matan la voz de sus pueblos,
La de aquel poeta de raza,
Paya y alma gitana
La de nuestro Federico García Lorca.
Queremos crecer, Federico,
Queremos crecer, los que
Escribimos, queremos crecer
Abonados con tu cuerpo
Y regados coj tu sangre
Queremos crecer sin el miedo
A que nos corten queremos
Crecer con tu nombre
Hasta los dientes
Y ala dar nuestro fruto, Federico,
Con semilla de versos
Brotará en nuestra tierra
El sabor fuerte de la esperanza
Y tu sangre Federico,
No habrá sido yerma
Porque allí en los pueblos
Solo se oiran risas
y en los rincones de las casas
se oxidarán fusiles
que no derramaran
más sangre, y al fin
en nuestros campos florecerán
banderas de libertad
y el viento entre las espigas
gritará:”¡qué paz!”
y tú Federico serás
el estandarte de nuestra
nueva bandera, de la nueva senda
que el hombre ha comenzado a andar
sin miedo a un balazo o a una
cárcel fría, sin miedo, Federico
a tiranos y a esbirros,
Sin miedo, Federico,
Vamos labrando la senda.

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GUERRA A LA GUERRA

El viento me trajo el olor de los muertos,
y yo le pedí al viento,
que la guerra no me fuera indiferente,
que el olor de la sangre,
me despertara del profundo letargo,
de las manos atadas,
de la conciencia callada
para gritar:”¡Guerra a la guerra!”
para maldecir a aquel
que brinda con champán
mientras un hombre agoniza,
para gritar asesino a aquel
ue fabrica las armas,
a aquel que se llena el bolsillo
con tanta sangre inocente,
a aquel que canta y baila,
que se viste de smoking
qn sus grandes salones,
mientras que los hombres se matan,
con balas salidas de sus fabricas,
y yo con mis versos,
manchados de sangre, de lagrimas,
de sudores, de gritos agonizantes,
les grito:”¡Guerra a la guerra!”
mirando con odio a esos señores,
que muestran sus anillos de oro,
los diamantes de sus esposas,
salidos de los despojos de hombres
que mueren día a día en las trincheras
mientras ellos ríen, brindan
en fiestas de sociedad.
Sacan de sus bolsillos
muy caritativamente esos billetes
para lo huérfanos de guerra,
esos billetes que les escupirían
los huérfanos y les arrojarían las viudas,
Esos billetes manchados de sangre,
que salen de sus manos asesinas
para callar a sus víctimas,
para callar su conciencia
que les grita dolorida.
Esos billetes no pueden callar al poeta.
Ni callar la guitarra del cantor.
Ni apartar las miradas acusadoras.
Ni callar la voz de los muertos,
Que claman desde sus tumbas.

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A UNA ROSA

Te vi en mi jardín con todo tu colorido,
Me emborrache de tus colores,
y en un momento de delirio te arranque,
Sentí un quejido femenino,
Te lleve hacia mi nariz,
Y toda mi alma se inundó con tu fragancia,
Te puse mi mejor jarrón,
Y paseo horas observando tu belleza,
Te veo morir, palidecer y marchitarte.
A menudo, los hombres,
Arrancamos lo que más queremos,
Lo sacamos de su entorno,
Miramos su belleza, la poseemos,
Para luego dejarla morir,
Palidecer y marchitarse.


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POEMA NO MASTICABLE

Mi poesía suena hueca
En el estomago de los pobres.
No alimenta su estomago
Ni su alma,
No da calor a sus cuerpos,
No da calor a sus manos desnudas,
No tapa los agujeros de sus trajes,
Ni la amargura de su ser.
Mi poesía no les da techo ni cama,
Ni siquiera del consuelo
Que quiero darle con mis versos.
Sólo son palabras mal trazadas
En un sucio papel,
En una tabernucha acompañado
de una botella de vino
viendo la miseria
a mi alrededor,
sintiendo con rabia
como la impotencia me roe por dentro,
sintiendo que este poema es de cristal,y se rompe en el vacío.


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ALDEA POÉTICA
(antología colectiva con selección de poemas y prólogo de Gloria Fuertes, Editorial Opera Prima, Madrid, 1997)



AGRADECIMIENTOS

La editorial Opera Prima agradece su colaboración a las instituciones que han participado en la difusión del proyecto: Ministerios de asuntos Exteriores, Ministerio de Educación y Cultura, Instituto Cervantes, Consejerías de Educación y Cultura, Dirección General del Libro, así como a las distintas asociaciones culturales y ONG. También a las embajadas de Iberoamericana en España, UNESCO, Instituto de Cooperación Iberoamericana y diversas asociaciones culturales y poéticas de todo el mundo.

Muy especialmente a los medios de comunicación locales, nacionales e internacionales, que con tanto calor nos han tratado y que junto a las librerías y distribuidoras nos acercaron a lectores y autores. A Pleion, Rumagraf y al Ateneo de Madrid. A las personas que han sido sensibles a Aldea poética y nos mostraron su apoyo desde el primer momento: Su Alteza Real el Príncipe de Asturias, la Excelentísima Ministra de Educación y Cultura doña Esperanza Aguirre, Pedro Núñez Morgades, Jacqueline Teillagorry, Antoniop Gómez, Antonio Ruiz Pascual, Miguel Lozada, Teresa Vallejo, Fernando Guillén Cuervo, Joan Llaneras, Silvia Carretero y Luis Torres.

Por su ilusión constante y buenas ideas a Juan J. Pastor, Ana Maricalva, Carmen Domínguez, Rafael Rodulfo, Carmen B.Just, Mayka Hernández Gil, Sagrario Gonzálvez, Elena Gómez Monterde... y a tantos otros que sería extenso nombrar, incluido el incansable cartero que desde durante siete meses nos ha entregado los poemas de nuestra, ahora también vuestra, Aldea poética.

A Gloria Fuertes, corazón poético que late y da vida a tantas poetisas y poetas que empiezan.

Y a todos los que escriben, leen y trabajan para que la poesía nos una.

Gracias.

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Estoy sentado en la bóveda celeste
quemando la fiebre y la ceniza que nos crece.
Las ramitas de sándalo adornaban tus cabellos
y los suspiros de lluvia anidaban en los cristales.
El olor a incienso se posaba en las lunas
de latón y mi mano
acaricia tus pómulos de tenues matices.
Tus pechos siguen erectos.
Ha sido hermoso amarte,
tenerte así, tan desnuda,
con los músculos mordidos
y las esporas danzando en las luces de la alcoba.
En las sábanas estampadas
germinaba el sudor, el polen
y tu epidermis deshojada.
Tus labios de anís muerden los míos
desbordando una fuente de palabras.
Huele a tabaco y me pierdo
en tu cuello perezoso y moreno.
Nos llega el sonido despacio
y las sombras sobre la pared
se mueven a cámara lenta.
Las ramas de los abedules
se mecen ante nuestros ojos,
y nuestros cuerpos se buscan
en un abrazo de alta tensión.
Ha sido hermoso amarte,
tenerte así, en el eclipse de tú oráculo,
en la noche que amamantaba nuestro deseo.
Tu nunca delates mi reloj
fuera de tiempo,
y quédate conmigo
agarrada al vuelo en
los ángulos de la arena mojada.
Allí donde se destilan los mares verdes
y las recepcionistas no llegan
y las sumas se suicidan
queriendo escapar de la registradora.
Quédate conmigo y no regreses.
Ha sido hermoso amarte,
tenerte así, tan desnuda.


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DIBUJOS DE MAR Y NOTAS DEL ALMA
(antología colectiva con dibujos e ilustraciones del pintor Antonio Suárez, Madrid, 2001)




Romper la siesta como una tala de luz
ante los zócalos de arquitectura y arena
y el ánfora sensora de opacas vestiduras,
mojar los labios con menta de esparcidas vides
donde la menuda flor es sazonada.
Vendimiaré la ternura
suspirada espadaña de tu talle
donde el cubil retorna antiguas llamas
y nos mata
otra vez vendrá el alba
y la mano cerrada de luna
quien abrirá esta vez los paisajes
los súbitos miradores donde se asoma la lámpara,
la mesilla de perfume de acacia.
¡Que danza próxima será nuestra arma
en las ventanas matutinas
donde los cisnes
hacen un alto en el espejo.
No quiero mirar atrás
ni quedarme en los gestos repetidos.
Todo está bien, trina la camisa, la colcha es alameda.
Hablas en voz baja y agujereas las horas
y yo quiero ser un paraguas en el minúsculo acecho
y ahora que los agrios tejados
hablan a la chimenea de puntillas
desnudemos Madrid deshojando sus calles,
desnudémoslo hasta que se quede tan desnudo como nosotros,
saltemos con la pértiga en los muslos delgados,
en las esquinas de tranvía,
y soñemos que todo se quedó tan detenido
como en el álbum de fotos.


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He llorado las palabras sumisas,
el hueco mal herido, las manos ocultas,
los sueños que se han muerto.
Quiero escapar de las presencia eterna
de las sombras,
de la importancia y los reproches,
quisiera ver elevado tu mirada,
el báculo y la desnudez del infinito.
Llueve tu perfume sobre tu rostro esculpido,
se oculta el color gris,
me pierdo en el violeta reflejo de tu rímel,
la anchura de tu vestido no me descubre
los secretos de tus curvas,
todo quedara en el naufragio de mis dedos
que no supieron navegarte,
mover tu brisa,
desbordarte las heridas del tiempo.
¡Si supieras borrar las huellas,
provocarte el deshielo en los labios,
arrancarte las promesas rotas de las vertebras!
¡Si supieras regresarte de aquella foto de Portugal
que se lleno de hiedra y recuerdos cotidianos,
de desahuciadas zapatillas,
donde el último paso se quedó
con el aguacero que muere!


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Me bajo en tu próxima mirada,
haz tuyas sin sorpresa ya mis horas,
y alumbra, alumbra al mar
en comunión con las estrellas.

El aire es tan íntimo
por las largas avenidas,
¿Comprendes, mi amor?
Si ahora te llamara
bajo el prodigio de una tarde hermosa,
porque no apuras conmigo
la arena desvalida,
la plaza tan antigua;
la noche nos está venciendo
y siento los cascos de las yeguas blancas,
el invierno y su perfume de escarcha.

Quizás un ángel nos anuncia
que nuestra soledad se nos acaba,
que ya no habrá desahucio
de sabanas vacías,
tal vez la estancia
se queme públicamente tras confesar
que las arañas
habían anidado en las ventanas,
que la hiedra
asedio nuestras paredes,
tal vez tus muslos calientes
echen leñas a las ramas mojadas
y destierren a la demencia.

Ya no hay códigos
ni dioses que lo eviten.


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La piedra enredada en el aire,
almidonado en una burbuja de agua.
Un paisaje sobre las pestañas cae
sobre las temidas campanas de los párpados,
la tregua es una dentellada
vagabunda en tus contornos,
el sudor clavó el veneno
en el circulo vicioso de tu eclipse
y la magia flota sin escolta
en el bravo vacío.
Un beso suicida se despeña en tus labios,
se funde en el carmín
en las rocas silenciosas de tus dientes
y una voz alada desnuda al jinete
que se alza las lluvia en tus manos.
Cómo matar al plateado espejo que nos duplica,
el Mediterráneo en la playa de tus pies
portadora de brumas,
de isla enganchada en la proa.
Detrás del armario ir deshojando las paredes,
los blancos, los cimientos,
para encontrar el rumbo de las embarcaciones
que nos lleve al naufragio
donde tu brava y huracanada cicatriz
se me habrá para siempre
en un temblor sin tiempo
donde el deseo no es fugaz
y rompen las distancias.
Por fin seremos pasajeros de la fiebre,
la luz y la memoria.
Entre las sábanas desnudaremos
los miedos y la prisa,
los maquillajes mojados y los jirones de sed,
borrachos de luz tiraremos la llave para siempre,
donde se deslizan los peces
y no puedan golpearnos con sus remos.


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Presiento... si, presiento
que en tu desmayada cintura
se quemó la última sirena de mis barcos,
aquellos pedazos colgados en lo oscuro.
Ya los tigres se nos escapan de casa
y fluye la música
en claro abecedario.

Dime ahora
que nos engañan los mapas,
dónde has estado
tantos largos años,
detrás de las cortinas
se ha desnudado tu cuerpo,
y no contemples más, amor,
las puertas olvidadas.

Es hermoso morir,
en las espalda que nos trae el agua,
y las cabalgaduras marinas,
y ya nunca será tarde para nosotros
porque la niebla
se marchó por fin vencida.



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SUSPENDIDO

Me basta un color
para que las furtivas centellas
me acarrean de reflejos
detrás de la luz surgen arabescos de espuma,
sed de visiones en un azul perfecto
de nubes de alquimia.
Si no encuentro el camino de las selvas góticas
que dirá mi ventana de mi precaria cita de miel y luna.
Aquí, en las Antípodas, el milagro es ella,
azúcar y menta en el chicle de su boca.
Es ella la que ordena que la eternidad,
se quite el antifaz, el disfraz rojo y negro.
A las doce se nos acerca un diablo que niega a Dios,
y el eléctrico tranvía nos sorprende sin escolta.
Tantas cifras... para al final perderse en una resta,
un rastro más y se abre la noche con labios y bombillas
para que las pitonisas nos vendan coca-colas,
y un príncipe sea crucificado
por defender el desnudo de una bailarina.
Todo habría sido más fácil
si me hubiera tomado un güisqui con Afrodita.
Ella no se rinde los tejados de Orión
porque un ser estalla en una fracción de matemáticas
porque el se pierda en una pompa de jabón.
Ella sabe de sus mapas de almendras,
del jazz que se dibuja en su mirada.
Poseidón se ha escapado del Olimpo, ¡qué desastre!,
y los diarios me hablan
de un naufragio total y geométrico.
Indudablemente todo habría sido mas fácil
si me hubiera tomado un güisqui con Afrodita.


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PERÚ EN EL ROCE DE TUS LABIOS
(Lima-Perú)


Mamá Blanca
es mujer de carne y hueso
dulce con el corazón de candela,
tiene sueños mágicos
en los que toca
con la punta de sus dedos el océano,
porque es chalaca 1
sabe de oleajes y vértigos,
de traer niños en sus redes protectoras,
en su vientre de racimos
donde hay mensajes de lluvia,
porque madres como ella
hacen azules las mañanas,
latir al corazón de la tarde,
suspirar en el cristal de la noche
la ráfaga repentina de una nana
donde su alma olorosa
lentamente se teje
en el dibujo bellísimo
del marco de la ventana,
donde la luna muerde
al cuajar las estrellas.


1 Chalaca/o. Dícese de la persona nacida en Callao, provincia constitucional de Lima.

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He seguido tu paso polícromo
la mano tejedora de tus andares,
tu amor a las mariposas
y esa gravedad recién nacida
de tu miedo a tu sombra en las esquinas;
he seguido tus pasos infantiles
atrapando el recuerdo en Pueblo Libre,
en la casa construida por tu padre
con cimientos de amor y sacrificio;
te he sentido reír en la mesa grande
del salón, jardín y cocina
donde tu madre amasaba la ternura
con brazos grandes maternales
dando de comer a un regimiento;
hay tantos pasos infantiles
que los brazos llaman a los brazos,
y es el abrazo hermandad
con la miel en los dedos,
con corazones ya crecidos
llenos de caminos
que el fuego no sujeta,
quemando la piel en las plegarias clavadas
en los pechos con polvo de estrella
donde el puma no tiene su frontera
y el límite no existe en la colmena.

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Activa las persianas, amor,
traspasemos estos muros
con la certeza
de que detrás de los cristales
se desnuda el sol de los incas;
no hay apuro,
antes déjame ver las sombras
donde se aniquilan los filos,
tu desnuda evidencia en reposo
desperezándose entre ceguera y giros
así ofrecida,
donde la tersura es todo un plano;
arrojarse así fascinado
con el ansia de la sangre en la piel,
con el vigor en el ritmo de las piernas
indomables a los gozosos músculos,
súbitos a los instintos,
a los acordes inauditos,
tendidos donde se rinden las manos
y se desgarra la resaca
en el vaivén,
gozando al compás
donde se deslumbra el latido.
¡Qué más se le puede pedir
a la creación
en esta central del paraíso!


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PARA TI Y PARA MÍ

Porque estaba escrito
que teníamos que encontrarnos
hay quienes buscan guayabas
para calmar la sed
en jarras de plata
y se tienen que conformar
con vasos de madera
y un mal vino,
suelen ser Romeos de provincias
los que como huéspedes lo toman todo
y se marchan a la luz de las velas;
yo en el amor siempre fui honrado
sin tener que jugar a policías y ladrones
con dieciséis rostros con sudor en la cara;
yo en el amor sólo abrí los brazos
cuando me estaba secando una lágrima,
cuando las palabras rotas
dejaron de ser cartas
sin negaciones, ni bisturí, ni pasaportes.
Cupido nos unió después de restablecer
desde su arcón los corazones
que se habían roto.

Trazo un círculo
donde morder las ventanas,
el olor de las calles desiertas,
la tarde consumida
entre las hojas muertas,
el silencio malherido
sobre mi cuerpo tenso;
te espero donde se acaba la lluvia,
te espero entre el barro de las ciudades
de duros inviernos
para que levantes mi piel
al sol de Ica, 1
para que tus manos traigan
la mañana luminosa,
la frágil ternura
que me arranca del vacío,
de la ceguera extraña
que me trae el otoño
con sus nubes negras.
¡Tú eres quien me despierta del frío,
quien llena mis días
de palabras y aliento!
La soledad va arrastrando
sus infinitos,
su olvido rígido de moneda usada;
te amo amando la vida,
dejando atrás al preso
con su tiempo de plomo
cuidando su jardín de ruinas.


1 Sol de Ica. Juego de palabras con doble sentido: el sol de la ciudad de Ica y una marca de licor de pisco peruano.


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Quiero beberme el lúpulo
donde florecen tus pechos en mi boca,
tu simetría donde se posan las manos
hasta trazar los puntos de tu costado;
abro el telón y Perú y tú
me habláis de la madrugada,
de los poros que se abren a mis caricias
hasta encontrar el eclipse entre tus vértebras
o los archipiélagos que devoro
frente a tus esternones,
luego paseamos entre guiños a hurtadillas
dejando atrás las tibias colchas
como golfillos entre los crepúsculos
olvidando a lo lejos la posada
donde jugué a ser forajido
y tú mi presa;
te abrazo para ser tu abrigo
donde el aire está perfumado de mar,
donde el mediodía
está tañido de campanas,
de rumores de olas,
allí los universos de candelas anidan
donde tu corazón y el mío son gemelos,
el amor tiene letras mayúsculas
que nos hacen más libres
centrifugando emociones
entre el empedrado de las calles
y los corralitos del alma.

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Aquí la historia no olvida
sobre tabernas viejas el paso de Chabuca,
donde el río Rimac con sus sueños sucios
nos mira con sus ojos de musgo
respirando rastros de todos los suburbios;
aquí donde los tejidos son de tierra muerta,
de vigas de párpados rotos,
y el cielo está cansado en un gesto sin fondo;
las paredes derraman pinturas
entre los andamios
en un suicidio de colores;
pero a pesar de todo
Lima besa como besan los amantes,
como besas tú con amor salvaje;
Lima es indomable a pesar de sus heridas,
conserva su belleza sin máscaras rotas,
no se disfraza a pesar de los escalofríos
y de los ojos que apuntan;
Lima sobrevive
y muerde hasta dejar desnudos sus labios,
como tú que jamás escondes las manos,
como las violetas,
a pesar de las entornadas ventanas
y de la niebla que toma la calle;
Lima es como tú que no llora
a pesar de ser golpeada por la historia,
renace a pesar de los terremotos
sobre las baldosas azules de las casas humildes
o sobre las burguesas puertas
de la casa de Osambela;
pero siempre está ahí, levanta la cabeza
en el reclamo primitivo
de lo que un día fue costa,
en el paisaje perdido de las aceras
donde el corazón te abre la puerta
y te invita a pasar,
como tú que te despiertas a la ternura
con las sombras fugitivas
de una madrugada olvidadiza,
como si buscaras
aparcamiento entre mis sábanas
con esas pulsaciones sin tráfico
donde dejamos los barcos piratas del Callao
a las espaldas
y la luna mordida en un espejismo
que nos llama al cruzar la calle.

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Hay gaviotas en la ventana
con sus metáforas gastadas
y sus despojos de pescado,
será este Callao un espejo
que nos refleja variable a la luz del día
maquillado por la vanidad
de sus casas coloniales,
por la alegría que no se quema;
aunque haya renuncias
y pocas esperanzas
este Callao es un suspiro
que nos conmueve,
adherido con insomnios de taberna,
con la amenaza eterna de ser rebelde
en asfalto de vidrio;
duele su carne agresiva y herida,
su belleza en la punta,
en su mar de delfines,
nuestro beso en el relieve de la costa,
en la intimidad latina del aire,
como el sol que nos funde
masticando la mañana,
guardián celoso de las marejadas,
con ardor en la boca;
este Callao nos despide
en el filo del horizonte,
es peligroso como
la navaja del barbero
y hermoso como el lento ocaso
que se descuelga de un cuadro.

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Hay un rumor de cuerpos
en esta niebla que no cesa,
en esta lágrima de nube limeña
que cae como en racimos
sobre las paredes añil;
hay una nostalgia
al levantar la cabeza
donde las gallinazo*
desnudan los adoquines
húmedos de los edificios.
Yo te buscaré en Barranco,
donde la luna
recoge los últimos abrazos,
allí el último amante sabe de besos
en el Puente de los Suspiros,
de niños bulliciosos que te llevan
a comer dulces picarones,
niños de ojos brillantes
en la ciudad sin sueño;
sabe de esquinas
donde el ojo de un borracho
llora sol de Ica
en una barra sin horizonte;
sabe de valses
que le cuentan historias
a las estrellas de papel;
es entonces
cuando nos duele el insomnio
en esta intimidad que callejea,
en esta intimidad que se bebe
el aire que respiras,
donde puedo suicidarme en tus labios
hasta encontrar un reflejo
donde amanece el agua
y muere la sed
en el marfil de tus dientes.


*Gallinazo = pájaro muy común en Lima que figura en el escudo de la ciudad

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Quiero ser el puma
que va a beber en tu orilla,
ceñirme a tu sangre
con la cruz en la carne
y descender en tus gotas
al sonido de la batea,
que el húmedo latido
me hable del aguacero
en esas tardes limeñas
donde la lluvia
es de cálida ausencia,
de sonoridad leve,
como esos desnudos pequeños
donde todo es pulpa,
ternura y sed;
quiero festivales de danza,
sayas en tus brazos
donde la lluvia es melodía,
modelarte en el abrazo
hasta que el vuelo sea bocado
en esos labios rojos
como manzanas chilenas
hasta derretir la luz del agua,
el dulce beso de saliva mielada
en los ecos de Barranco
libando en tus labios
como un picaflor
hasta encontrar el lunar en el cielo,
en este puente de suspiros y paisaje
donde Chabuca
nos canta lisonjas y valsecitos
con la ciudad frenética a su espalda.

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LA TARDE

Cuando la tarde marca una despedida
la siento como una mortal herida
en este cautiverio donde viven mis sanguijuelas.

Cuando uno siente la cruel limitación
de no avanzar, de quedarse inmóvil,
pienso en la selva del Amazonas y en tu beso,
pienso en el Puente de los Suspiros, en Barranco.

Es entonces cuando trato de arrancarme
de la cara
el gesto de la derrota,
la tristeza vestida de pena
hermética y tirana,
que trata de escapar de esta jaula de huesos
que se desnuda de mi piel para quedar
pegada a los cristales.


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¡En cuántas noches se llega a la luna,
en cuántas noches a tus pupilas negras,
a tu mejilla pura,
sencilla receta para un beso
donde a jirones
dejaremos de estar
presos de la ropa!
Suenan tus risas en estos muros,
Cuzco ha de ser testigo
de nuestras almas enamoradas,
mezclándose los acentos
en este crepúsculo de cielo,
en estas infinitas huellas
donde los rostros se han esfumado
tras las máscaras incas,
donde los espíritus vuelven
y se pierden en la nada,
en el dulce paisaje
donde somos nocturnos peregrinos;
huéspedes de este infinito
donde no hay culpas;
huéspedes de este destino
donde no hay faltas,
sólo náufragos
donde el vértigo
de nuestros brazos
no saben del mal de altura.


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Apartando el aliento,
el hermético espacio
viajando en las orillas
donde se quebraban las heridas de luz,
donde los veloces insectos
amortajaban el aire,
los patriarcas contaban historias
de hogueras, de amor
y respeto a los dioses,
de bestias sagradas
amasadas en vasijas.
Los anahuancas duplican reflejos,
tenues lloviznas
donde ha caído el crepúsculo,
el cobre sepultado;
son seres de verdades,
antiguas piedras
donde la tierna presencia
de sus ojos es fresca
y clama en las hondas planicies.
¡No dejemos que roben
su palabra profunda,
sus montes de ámbar,
sus sedientas tardes sin lágrimas!
Preferimos sus semillas
al barro manchado de petróleo,
preferimos su canto,
el secreto de sus astros,
al ruido de las máquinas
y su voraz taladro.
Queremos y defendemos
su galope con las gacelas,
para ello pararemos
al hombre blanco termita
con sus juguetes gigantescos;
defendiendo su futuro
defendemos el palpitar
inquieto de la vida,
la dorada fragancia
de las esperanza;
defendiendo su libertad
todos seremos más libres,
arrancando del alma las cicatrices,
y nuestra piel desnuda escapará
de los oxidados restos del naufragio,
dejando al paso
la hierba que arrancará
de nuestras ventanas las verjas.

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Furia de espaldas
ante el robado horizonte
de cables de acero hundido.
Anclados en el lento atardecer
los yaminahua,
como estatuas
en el hueco de la selva,
alzan sus manos huesudas.
El viento dobla y pasa
enmarcado en la atmósfera
donde el agua
enrojece a los árboles;
están pelados,
talados brutalmente
en los volúmenes de sus rostros,
en un testimonio de tristeza,
en manos que empujan corrientes,
que buscan los peces,
la lluvia y el río,
las aves, en el verde transparente
donde el cansancio juega con los nidos.
Las huellas son tacto ardiente
de luna de viejos dioses,
de alas de voces rotas.
Quizá quieren luchar
empujados por el hacha de guerra…
O quizá, en su inocencia,
en su ternura de enlazados dedos,
los reciban por caminos cortos
como reses desterradas al matadero,
con los hombros desnudos de dólmenes
de corazón de piedra;
quizá su sonrisa
sea su última sonrisa
y donde se alzaba la tribu
sólo queden cruces,
marcas negras de petróleo,
sonrisas de buitres de pluma,
de buitres de traje y corbata
entre el gemido de los muertos
que no aprendieron a decir
en su inocente lengua indígena:
“bienvenidos”.

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CANTO A CÉSAR VALLEJO

Siguen los surcos
horizontales de tus penas
en Santiago de Chuco,
en Perú entero, Vallejo,
los oscuros geranios
agonizan en Villa El Salvador,
los indios mueren en todas partes,
no tienen tierra
ni para darse sepultura,
el dolor en sus colinas
es hambre,
los árboles fermentan
a base de saliva,
los niños piden
con la mirada desnuda
en los semáforos,
y los que no se resignan
son pirañitas 1,
ladrones tempranos
en la derrota de la brisa;
es inútil buscarlos en los recodos,
en sus silenciosos llantos
de trajes rotos,
los ricos los miran
en su paisaje lleno de sepulcros,
los políticos los miran
en los límites oscuros
donde no hay hierbas espesas
y el aire está degollado;
así es, Vallejo,
siguen los pobres con las manos vacías
calmando su sed
con la sangre de los corazones rotos,
con la carne viva sobre los hombros
donde acuden las mariposas
a la flor de sus heridas disecadas,
a punto están de ser bueyes, Vallejo,
agrupados en barrios
y arrabales como manadas,
devorados por las turbias fiebres
sin huellas en los latidos,
borrachos de cerveza
donde olvidan los golpes,
barridos a golpe de escoba
en los rincones oscuros,
en la superficie concreta de los platos vacíos,
sus pulsos heridos
aguantan la burla
en el paisaje húmedo de una lágrima;
así es, Vallejo,
siguen los surcos horizontales de tus penas,
siguen los pobres con las manos vacías
en Santiago de Chuco, en Trujillo,
en Perú entero.


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A CARLOS OQUENDO DE AMAT

Te fuiste cuando llegaron las bombas
gritando libertad sin altos muros,
sin luces suicidas
con horizonte y destierro
al abrigo de los párpados.
Te fuiste vomitando sangre
con el mundo vacío
en blanco y negro,
la tuberculosis te cerró los ojos,
nunca los labios,
cinco metros de poesía
te hicieron justicia
rompiendo el gran silencio,
más no pudieron arrancarte
la cárcel de Perú y Bolivia,
la tortura donde gritaste:
“¡No me morderá el dolor!”,
enterrando los nombres
y los rótulos de la historia,
apoyado en la baranda
con las montañas desnudas,
con la rectitud cansada del que lucha
pero con el grito firme:
“¡Tenemos que ser libres,
hay que querer!”,
y nos dejaste para siempre
en el cuarto de los espejos
con los hachazos del tiempo
dándonos de bruces
con la vida y la muerte.

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EDWIN MONTOYA

Hoy silbo a solas unos huainos
de mi amigo Edwin Montoya,
vuela la armonía en su mejilla acelerada,
siento en su guitarra la nostalgia trémula
de las cordilleras andinas,
en sus manos desgranarse el maíz
en una trova de imperios de sol
y lengua quechua.

Nadie como él sabe ponerle corpiños a la luna,
nadie como él para mirar por encima de la cimas,
para distinguir los buenos tonos que se quedan en el pecho;
él es un rey que sabe distinguir la humildad del algarrobo
y la grandeza de Vallejo.

Él es un rey que en la lírica de los sueños
hace quipus para que no se le escapen las huellas de sus besos.

Edwin canta al pie herido del campesino,
a la sangre fresca de los mineros,
a las piedras limpias de Ayacucho
donde despliega su sonrisa al sol.

Edwin Montoya renace en los dorados templos
donde la ternura de sus ojos dibuja corazones,
escribe frases viejas entre pentagramas,
bordones y cuerdas de guitarra.

Edwin canta en la piel punteada
donde trinan los jilgueros y ha volado el viejo cóndor,
donde una batuta ancestral se lleva su voz a las estrellas,
y al caer como luz, más que estrellas fugaces,
serán soberbios bemoles.

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CATÁLOGO RITUALES DE LA PAPA DE ARTE IBEROAMERICANO CONTEMPORÁNEO
(de noviembre a diciembre del 2008 con la Fundación Alianza Hispánica y la Embajada de Perú con 28 artistas plásticos y 12 poetas)

La papa es un oráculo en la arena gruesa,
holgada en el valle
es un reino con sus templos rotos
formada por excrementos
con el sol arriba
es un cuerpo tirado
repartido entre las tierras
como una tumba en las calientes rocas
almuerzo sólido de frases cortas y hambre callada
de fases digestivas y un lirismo rotundo
de pellejo duro y arrugado
es suave en la barriga
feroz cerca del fuego
como un soneto hermoso
que te traspasa en un escalofrío
así los apretados labios parecen violados
en la mandíbula empolvada
donde los blancos dientes añoran la carne
pero no deja de ser una herencia
para el campesino
entre la lluvia de oro,
las hierbas y el barro
las bestias y los hombres
se escapan de la persecución de la muerte
de la hambruna
esa perra salvaje
que te tuercen donde giran las moscas
son el premio al trabajo
donde las uñas sucias
son el testimonio oxidado
quebrantado en el milenio
de esas fustas en los brazos
de esas grietas en las manos
símbolo evidente
mercado de consumo
tasadas, repartidas y recortadas
los hombres rasgan el cielo
en los negros círculos
donde chirrían los vencejos
los bueyes saben de las sombras rabiosas
del trabajo duro, del sudor
de las moscas pegadas
a la sangre y las heridas
pero siempre será la papa el milagro
la salvadora valiente y subterránea
donde la digestión sabe
a casco, coraza y atardeceres hirientes
el crepúsculo sabe del vientre de la tierra
de la desmesurada humildad del cautiverio
aunque siempre tendrás la gratitud
y el silencio del que labra
el latido del más viejo y del más joven
donde los cóndores inmóviles
saben que son los hijos de la pachamama
los únicos que reciben la tierra
con un abrazo amoroso
la lluvia buena, la paz y el silencio.


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CD DE POESÍA Y MÚSICA CON EL GRUPO ALAZÁN

(Madrid, 1995)


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OBRAS INÉDITAS:


- Un beso húmedo de la Cibeles para las aguas pardas del Genil

- Canto a Madrid y versos del niño del puño en alto.
- Amores y naufragios desde la barra de un bar.
- Cuentos para pasar el invierno.

-Poemas a Norma por Norma.

Cuento "EL NIÑO DEL OBOE" del libro inédito Cuentos para pasar el invierno.



El niño del oboe toca entre las Madreselvas, y el agua de estrellas da luz a sus ojos de miel de abeja. Las flores abren sus pétalos regalando fragancia, y el aire se perfuma con coquetería de corista.


El niño lanza bemoles y las flores danzan en su suelo cubierto de esmeraldas.
El niño viaja en el espacio, donde su cuerpo es un pétalo de rosas, y los pentagramas limpian el sudor de su frente de Madreperlas, sus labios pálidos silban melodías que los abedules repiten meciendo sus ramas, y los colibríes lanzan en hermosos trinos de arco iris.
El niño busca a su hada, y enamorado abre las orquídeas, para hundir sus besos en ella. Los peces de alegre bermellón saltan entre los corales, y alegres sirenas de ojos azules saludan al niño, mostrando sus coleteos de verde jade.


El niño del oboe busca su hada, y hunde su mano entre las margaritas, y los dedos se le llenan de tréboles. Los campos de amapolas abren sus vestidos soviéticos, y lanzan sus suspiros recordando la estepa.


El niño les habla con dulzura y les canta las canciones de la vieja Natacha.
El niño del oboe sigue buscando su hada. Corre hacia las flores de azahar de los naranjos y deja que los poros de su piel se llenen de mandarinas.


La flor de los vientos le eleva en el aire y se pierde entre las bandadas de golondrinas, y se deja acariciar por los albatros para caer deslizándose pícaramente por las faldas de las montañas.
Allí los edelweiss le llenan los cabellos de nieve, convirtiéndose momentáneamente en un viejecito de pequeña estatura, y los duendes de las nieves les lanza pelotas escondidas entre los muñecos blancos que construyeron sus manos, parecen de algodón.


Y el niño del oboe les pregunta: “¿conocéis a mi hada?”… Y escapan riéndose mientras alegres campanas rompen el silencio y el eco devuelve su sonido detrás de los ocasos.
El niño del oboe les persigue y una bandada de unicornios derrapa sobre el estanque helado.
Pegaso, que les sigue de cerca, planea abriendo sus enormes alas blancas para recibir los rayos del sol.


-“¿Dónde está mi hada?” – les susurra el niño del oboe, deslumbrado por tanta belleza y ellos siguen su viaje donde se pierde el horizonte.


El niño les ve partir y se pregunto (mientras bebe sediento del polen de una flor de cristal, traída por un viejo mago de Oriente, del jardín del príncipe de las mareas.)


El niño cogió su oboe y lo depositó muy dulcemente entre sus labios y dejó escapar su aliento, como el aleteo de un desfile de mariposas. Su sonido fue como una caricia amante, como dejar resbalar los dedos en una espalda desnuda provocando el deseo.


Pensaba en su hada, y una luz etérea salía de los agujeros de su oboe. Una figura incandescente se iba formando ante sus ojos.


Él no dejaba de tocar como poseído por una extraña fuerza. Él siempre había tenido la respuesta, la llave, el resorte, y allí estaba ella, semidesnuda, con sus pechos bañados en luna.
Dicen que hicieron el amor sobre una nube y que se dejaron llevar por una brisa del Mediterráneo.


No se volvió a saber más del niño del oboe.


Solamente en primavera, cuando salen las primeras flores surge el sonido de su oboe, entre las corrientes de los ríos, en el fresco caño de las fuentes, entre los pájaros, en la copa de los árboles.
Por eso el primer día de primavera no dejan salir a los jóvenes ni que se adentren en el bosque. Porque ninguno escapará al mágico encantamiento. Se enamorarán y escaparán a los caminos, y buscarán entre el cielo y la tierra esas manos que recorran su cuerpo e incendien su piel, esos ojos que sean como espejos, esa boca que apague su sed. Y no retornarán hasta que encuentren a la persona amada.

1 comentario:

  1. Antonio Ruiz: por Coquimbo entré a tu blog; sería bueno que pusieras en Coquimbo algunas de tus poesías. Sobra decir que son m uy buenas.

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